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Cadena 3

La quinta pata del gato

Ese otro país donde vive el fútbol

Tiene su propia definición de contacto estrecho. Y sus propias vacunas. A veces parece inmune a la Justicia, las agencias de inteligencia, el fisco y demás.

18/05/2021 | 11:13

Hay dos Argentinas. La Argentina de todos los días, donde nos movemos todos nosotros, y la Argentina del fútbol.

Allí no rige ni siquiera la misma ley de gravedad que rige donde vivimos nosotros.

Esto acaba de quedar expuesto en el clásico Boca-River, donde los protocolos y su aplicación son un misterio. Aparentemente clubes como River son soberanos y el Ministerio de Salud de la Nación no existe como agencia del Estado regulador. La definición de contacto estrecho es casi personal y parece depender de lo que más convenga en cada momento. Con las escuelas nos ponemos durísimos, pero los clubes de la AFA parecen tener vía libre. Hasta para vacunarse les rige la extraterriorialidad, como si fueran una embajada: es la única isla de la Argentina donde 50 mil dosis caen en paracaídas como una donación directa del exterior.

Los clubes tienen más autonomías que las provincias y nadie del Gobierno va a discutírsela a la Corte Suprema.

No es el único rubro. Los clubes parecen tener inmunidad judicial. O al menos muchos de sus barras bravas, tantas veces inmunes a los servicios de Inteligencia, a las fuerzas federales antinarcóticos, a las policías locales. ¿Desde hace cuánto? ¿Décadas?

A veces da la impresión de que ni siquiera rigen para ellos las mismas reglas comerciales y fiscales que para el resto. En muchos casos escondidos tras formas jurídicas de asociaciones sin fines de lucro, son verdaderas empresas que van pasando informalmente de manos. En 2020 un club de primera línea acumuló 356 millones de pesos en cheques rechazados. Y no era una excepción. ¿Cuántas empresas sobrevivirían a eso? Tal vez por eso resistieron con uñas y dientes convertirse en sociedades anónimas. Eso sería como nacionalizarse. Ser iguales a los demás, perder los privilegios de la opacidad.

¿Y los impuestos? ¿En cuánto se declara de cada pase? ¿Y de cada contrato? ¿Qué suma será mayor? ¿Los impuestos que paga la tribu de la AFA o los subsidios, favores y perdones fiscales que consigue cada vez que presionan un cachito al gobierno de turno?

Es el otro país en el que vive el fútbol. Un país en el que a ningún burócrata se le ocurre controlarles los precios, revisarles los contratos, aplicarles leyes de abastecimiento o prohibirles la exportación de adolescentes. Dicen que es un gran país. Debe ser. Porque los capitostes del fútbol no lo quieren soltar ni locos.

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