Ya pasaron dos días de las elecciones legislativas en Venezuela y sólo dos países, Cuba y Rusia, respaldaron los comicios organizados por Nicolás Maduro para copar el Congreso sin garantías, sin competencia opositora y sin la participación del 70% de los votantes.
Se descuenta que en los hechos también avalarán los comicios China e Irán, otros aliados de Maduro.
Del resto de los países que importan, las democracias de mercado occidentales desconocieron ampliamente las elecciones: 16 países de América latina, la Unión Europea, el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá… todos rechazaron el proceso y muchos siguen reconociendo a Juan Guaidó como presidente de Venezuela.
Y hay otros tres países importantes que, hasta ahora, no han dicho nada: México, Bolivia y… Argentina.
Según los expertos México no ha dicho nada porque mantiene una rigurosa política exterior según la cual México no interviene en polémicas internas de los países. De hecho, el presidente de México, López Obrador, así como no ha dicho nada sobre Venezuela tampoco ha reconocido aún el triunfo de Joe Biden en Estados Unidos.
En cambio, el silencio de Argentina obedece, más que nada, a la pregunta sin respuesta que flota desde hace meses: ¿quién decide las políticas del gobierno? ¿Alberto Fernández o Cristina Fernández? Hasta ahora esa incertidumbre provocó renuncias, indefiniciones, y cambios abruptos de orientación. Las desaveniencias son graves. El Senado comandado por Cristina, por ejemplo, volteó de un plumazo buena parte del ajuste jubilatorio con que contaba Alberto Fernández para controlar la inflación. Y la condena por coimero a Amado Boudou que dejó firme la Corte Suprema ha desatado la paranoia K, que sospecha que el presidente tal vez no mueva un dedo más para abortar las causas judiciales que involucran a la expresidenta. Es parecido a lo que pasa en Bolivia entre el flamante presidente, Luis Arce, y Evo Morales.
Ante esa enorme tensión, por ahora la Cancillería argentina optó por no decir nada sobre Venezuela. A Fernández le conviene rechazar unos comicios obviamente opacos de un régimen obviamente autocrático, para sostener la tradición argentina de defensa de derechos humanos y para alinearse a las democracias occidentales a las que les pide confianza, ayuda e inversiones. Pero si desconoce a Maduro pisará los callos del kirchnerismo radicalizado, bolivariano y antiestadounidense.
Más que por la famosa Tercera Posición peronista, Fernández parece haber optado por ahora por la No Posición. Y no es por las complejidades del escenario internacional, sino por el matete de la interna del Frente de Todos.