Después de casi un mes de protestas, vandalismo y represión, Chile parece respirar. En la mañana del viernes, las acciones tuvieron la mayor suba en 11 años, con un 7%, mientras el peso chileno se apreció 3% después de caer 11% durante la crisis. El rebote financiero es sólo una cara de un país que parece recuperar un horizonte político que lo aleja de la anarquía.
La razón es que en la madrugada del jueves los partidos tradicionales de Chile (los cuatro de la alianza del Presidente Piñera, los socialistas, los democristianos y el Frente Amplio) acordaron una salida civilizada a la crisis.
La respuesta a las protestas es ambiciosa y no se aparta una coma de la ley. El Congreso convocará a un plebiscito para preguntarles a los chilenos si quieren una nueva constitución y cómo deberían elegirse los constituyentes. Una vez redactada la nueva constitución, un nuevo plebiscito para que los chilenos digan si les gusta o no y si debe entrar en vigencia.
¿Por qué los mercados responden positivamente a una reforma que podría salirse de cauce? En el fondo, porque confían en que Chile volverá a ser capaz de hacer lo que hizo los últimos 29 años: unir a los moderados para dar respuestas a los reclamos del 80% de los chilenos, que quieren mejor educación, mejor salud pública y mayor igualdad sin destruir pilares de la economía como la independencia del banco central, la apertura económica y el sistema de pensiones (que seguramente va a ser reformado pero no dejará de ser la fuente de crédito de la economía).
¿Se puede financiar eso? En Chile creen que sí, que hay margen para mejorar ingresos y márgenes para mejorar servicios públicos. Empezando por el 10 de la facturación bruta de Codelco, o sea nada menos que el 10% de toda la exportación del cobre chileno. Ese dinero fue durante décadas a las Fuerzas Armadas. En julio, el Congreso cambió la ley que les permitía la los militares gastar ese dinero en forma reservada. Eso enemistó a Piñera con los militares. Para muchos, explica parte de las dificultades que tuvo el gobierno con las fuerzas armadas en la represión de las protestas.
Si se da así, la salida no va a conformar a todos. Los partidos antisistema de izquierda dirán que la revuelta de octubre fue traicionada. Los antisistema de derecha dirán que Chile marcha a una dictadura comunista. Ninguno tendrá razón. Si todo sale así, los chilenos nos habrán dado una nueva lección sobre cómo se procesa civilizadamente una crisis y se le encuentra una salida política y racional para escribir un nuevo pacto constitucional que mejore la sociedad en lugar de empeorarla.