Hoy se conoció una noticia de esas cuyos títulos son híperimpactantes: “Bolsonaro decreta una reducción del 70% de los salarios”. Dicho así, parece la eclosión final del empleo asalariado, el ajuste laboral más cruento de la historia.
La realidad es un poco menos estridente. El decreto que se conoció hoy efectivamente permitirá a empresas que tengan todo en blanco reducir sueldos entre 25 y 70%. Lo que pierdan los empleados será cubierto por el Estado. Pero sólo hasta 250 dólares. Y, si aún con esos 250 dólares el sueldo es inferior al que venía cobrando el empleado, se reduce la jornada laboral en forma proporcional. El programa dura 4 meses.
Por ejemplo, si alguien venía cobrando mil dólares y la empresa le reduce el sueldo al máximo, va a pasar a cobrar sólo 300 dólares. Con el aporte estatal, cobrará 550 dólares. Entonces su jornada laboral se reducirá 45%, casi la mitad. Si la empresa recorta sólo 25% el sueldo, va a pagar 750 dólares en lugar de los mil originales. Con los 250 del Estado, el empleado seguirá recibiendo los mil, con lo que no habrá que reducir la jornada. Las empresas que participen de esto podrán despedir empleados, pero pagando una multa.?
No es muy distinto de lo que hizo el gobierno argentino el año pasado con los ATP. Las empresas pudieron achicar su gasto en sueldos hasta en un 50%, mientras el empleado recibía una compensación de la Anses con un tope de dos salarios mínimos, que en ese momento era de 33.750 pesos, unos 260 dólares al dólar blue de aquel momento. Casi clavados los 250 dólares de Bolsonaro.
O sea que no es muy, muy distinto a lo que se hizo aquí. Y los dos países enfrentan al mismo tiempo el desafío de tratar de mantener empleos y niveles salariales con una segunda ola de la peste que ha golpeado sin misericordia a Brasil y que en Argentina está, como todos sabemos, en desarrollo.
