Ayer nos cayó como un balde de agua fría la denuncia de la presidenta de Bolivia contra el gobierno argentino. Es raro que entre los países de acá del barrio nos denunciemos por injerencia en los asuntos internos de cada uno. ¿No?
Eso hizo Jeanine Áñez. Denunció, nada menos que ante las Naciones Unidas, que el gobierno de Alberto Fernández ampara una conspiración violenta de Evo Morales contra la democracia boliviana. Y dijo que el gobierno kirchnerista ejerce un acoso sistemático y abusivo contra las instituciones bolivianas. Entre otras cosas, la presidenta dijo que Evo Morales, que está en Argentina como refugiado político desde diciembre, no cumple las condiciones del asilo y realiza activismo político. Lo acusa, por ejemplo, de instigar y dirigir las duras protestas que hace algunas semanas cortaron carreteras en Bolivia impidiendo incluso el tránsito de tubos de oxígeno necesarios para atender la pandemia.
Pero a la denunia de Áñez le faltó carne. No dio precisiones acerca de cómo estaría favoreciendo y amparando el gobierno argentino a Evo, a quien nosotros no vemos hacer declaraciones públicas.
Kirchnerismo de Evo
Nadie duda de que el kirchnerismo es un defensor a ultranza de Evo. Aunque admitió a los embajadores de Áñez, el gobierno no la reconoce como presidenta. Ayer eso volvió a quedar en claro cuando la cancillería argentina, en su respuesta, la trató de “señora Áñez”, no de presidenta.
Para el kirchnerismo, a fines de noviembre del año pasado, Evo fue víctima de un golpe cívico. Para el antikirchnerismo y buena parte de los gobiernos de la región Morales tuvo que renunciar luego de cometer fraude como candidato presidencial en una elección a la que no tenía derecho a presentarse porque violaba la Constitución boliviana e incluso un referendum en el que la población había rechazado claramente una re-reelección.
Pero más allá de esa preferencia política explícita, Áñez no expuso en la ONU hechos concretos sobre una injerencia argentina. En Bolivia han destacado, por ejemplo, mensajes de funcionarios como el subsecretario de Obras Públicas Edgardo Depetri, que tras reunirse con Morales dio a entender que el gobierno se había comprometido a favorecer el voto, en las próximas elecciones del 18 de octubre, de los 100 mil bolivianos que viven en Argentina y suelen votar en las elecciones bolivianas. “Vamos a favorecer la participación para que Bolivia vuelva a ser un país libre y democrático”, dijo Depetri, evienciando su posición a favor de Morales.
Pero, más allá de eso, no parece haber mayores señales de intromisión argentina.
Argentina tiene mucha influencia en Bolivia, sobre todo económica, porque es con Brasil el mayor comprador de gas boliviano, que a su vez es el principal ingreso de divisas en el país vecino. Pero las intromisiones políticas han sido limitadas. La más recordada fue en 1980, cuando la dictadura militar argentina apoyó e inclusó operó en el terreno para concretar el golpe del general Luis García Meza contra la presidenta Lidia Gueiler.
El 18 de octubre, elecciones
Lo que mayormente parece explicar la acusación de Áñez son las elecciones que vienen, que tienen a Bolivia partida en dos con su propia grieta. Áñez quiso ser candidata, pero se bajó hace días para no dividir el voto antievo con Carlos Mesa.
Mesa pelea las preferencias en las encuestas con Luis Arce, exministro de Economía de Evo que es el candidato del Mas, el partido de Morales. Pero en Bolivia pasa algo parecido a lo que pasaba con Cristina acá. Sin Evo, el Mas no puede ganar, pero sólo con él no le alcanza. Así que Arce toma distancia con Morales.
Ayer mismo, después de que Áñez recordara que Evo tiene deudas con la Justicia, donde está acusado de violaciones a los derechos humanos, terrorismo, torturas y hasta abuso de menores, Arce, el candidato de Evo, aseguró que, si gana, Morales no va a tener un lugar en su gobierno y que, antes de cualquier cosa, tendrá que regresar a Bolivia y afrontar esos juicios.
Por lo pronto, Argentina y Estados Unidos son de los pocos países que, por la pandemia, aún no definieron si los bolivianos que viven en sus países podrán votar en las elecciones del 18 de octubre, que, como vemos, están al rojo vivo en Bolivia.