Hoy vamos a hacer una quinta pata inusual. Desde ya pido disculpas porque es muy, muy personal. El jueves pasado estuve en mi pueblo, Charras, al sudeste de Río Cuarto.
La ocasión era muy especial. Porque se inauguró, con el apoyo del municipio a cargo de Marcelo Migliore, una escultura muy bonita, realizada por el artista plástico riocuartense Jacinto Muñoz. La escultura es un homenaje a todos los pioneros del pueblo, y fue donada por mi hermano, Javier Simioni, quien dedicó palabras emocionadas y verdaderas para nuestros cuatro abuelos, sin duda parte de los pioneros de Charras. Por supuesto casi todo el pueblo estuvo ahí y fue un reencuentro muy intenso y emotivo.
Pero lo que quería rescatar no son mis emociones personales sino los valores que encarnaron aquellos pioneros y pioneras y que mi hermano destacó: el optimismo, la capacidad de trabajo, la inteligencia y la modernidad, la tremenda modernidad, de aquellos señores y señoras que muchas veces sin haber terminado el sexto grado armaron los pueblos del interior de la Argentina.
En pueblos como Charras nadie podía esperar que un gobierno hiciera las cosas por vos. No iba a ir Epec a ponerte el alumbrado público. Tenían que arremangarse los charrenses. En Charras todos sabemos que Hugo Pietrobón murió electrocutado hace casi 50 años precisamente tendiendo la luz para todos nosotros. Sabemos muy bien quiénes regalaban sus domingos y pasaban la champlia por las calles después de la lluvia. Quiénes fueron las maestras que nos enseñaron a leer, quiénes crearon de la nada el secundario que el Estado nunca puso y quién vacunó durante décadas a los chicos. Sabemos quiénes construyeron el dispensario, la comisaría, el salón del club, la Iglesia, la plaza. Quiénes tendieron los teléfonos y quiénes la red de agua.
A veces a las cosas las hacían entre todos; otras, entre dos; otras, solos. No hay placas en Charras, pero todo tiene nombre y apellido en la wikipedia personal de cada charrense. Nada es anónimo.
Es un mundo que parece haber desaparecido, aunque todavía queda gente así de valiosa en muchas partes. Y hay que celebrarlo. Y promoverlo. Lo necesitamos más que nunca. A ver si nos animamos a ser un poquito así. Es lo que nos enseñan los pueblos como Charras, de los que hay tantos: la verdadera riqueza de aquellos pioneros y pioneras era su alegría, su trabajo, su falta de miedo y la decisión de que ellos iban a ser capaces de construir un mundo, para ellos y para sus vecinos, donde había un desierto.