En Europa no deben entender nada. El presidente Alberto Fernández acaba de hacer una gira para pedirles a varios gobiernos que le perdonen la deuda. El argumento es que no tenemos con qué pagarles. No tenemos dólares.
Pero resulta que ahora esos gobiernos ven que Argentina toma la extravagante decisión de prohibir la exportación de carne vacuna. O sea, Argentina se niega a recibir dólares.
Por un lado, llora que no tiene dólares. Por el otro, se niega a conseguirlos a través del comercio.
El argumento argentino para prohibir la exportación de carne es que hay que destinar toda la carne al mercado interno para bajar los precios y los argentinos no se queden sin carne. Pero resulta que esa idea es ridícula. Los argentinos, pese a la crisis, seguimos estando entre los mayores consumidores de carne vacuna del mundo. Estamos comiendo un promedio de 49 kilos por persona y por año. Contra 7 kilos del promedio mundial. Aún en esta crisis consumimos 7 veces más que el resto de los humanos. Nos hacemos las víctimas, los pobrecitos. Todas mentiras.
Los demagogos e ignorantes que deciden estas prohibiciones no deben tener idea de lo que es conseguir un cliente en China, en Israel o en Europa y de golpe tener que avisarle que va a quedar desabastecido porque un burócrata decidió pararlo. Es un retroceso tremendo. Una ventaja que les regalamos a nuestros vecinos. La vez anterior que el kirchnerismo asesinó a la ganadería, por ejemplo, Paraguay pasó a exportar el doble que Argentina. Y los paraguayos no dejaron de comer carne.
Nadie puede refutar tanto a Alberto Fernández como el mismísimo Juan Domingo Perón. En 1973, en una entrevista, el general decía que los tiempos habían cambiado y que ya no había lugar para impulsar una industrialización a costa del agro, como él mismo había intentado hacer en su primer gobierno. En cambio, planteaba que las nuevas metas en un mundo necesitado de proteínas debían ser 200 millones de toneladas de trigo y un rodeo de “150 millones de vacas”.
Han pasado casi 50 años. El stock vacuno sigue estancado en 60 millones de cabezas. Porque cíclicamente los demagogos inflacionarios fuerzan las cosas para que nos comamos las vacas madre en vísperas de las elecciones que ellos desean ganar.
Una de las 20 verdades peronistas dice que para un peronista no hay nada mejor que otro peronista. Después de escuchar al general eso cambió: para un kirchnerista no hay nada peor que otro peronista.