Aunque todavía no sabemos cómo le ha ido tratando de congelar el precio de los alimentos, el secretario de Comercio, Roberto Feletti, ya quiere expandir su imperio. Ahora tantea el terreno para fijar el precio de los medicamentos.
“No puede haber consumos esenciales sin regulación del Estado”, dice Feletti, como si la industria farmacéutica no fuera ya lo más regulado que existe.
La verdad es que nadie sabe bien cuánto aumentaron los remedios, justamente porque su comercio está compartimentado por distintas regulaciones.
Obviamente, los laboratorios no quieren saber nada. Pero Feletti viene embalado. Y quiere aplicarle el mismo remedio (el congelamiento) a dos sectores (alimentos y los farmacéuticos) que son muy distintos.
Por ejemplo, la teoría del gobierno es que es necesario congelar los alimentos procesados porque la industria alimentaria está muy concentrada en unos pocos “formadores de precios”, que por eso se abusan. Al frente, hay millones de consumidores dispersos, individuales, indefensos y sin posibilidad, según el gobierno, de presionar sobre los “formadores de precios”.
Pero resulta que en la industria farmacéutica la cosa es casi al revés. Hay 350 laboratorios en el país, más de 7.000 marcas y 16.000 presentaciones de medicamentos, con 14 mil farmacias que los distribuyen. Esa es la oferta.
En cambio, a diferencia de los alimentos, acá lo que está concentrado es la demanda. El Pami -que depende por completo del gobierno- compra el 40% de los medicamentos. La salud pública de las provincias y las obras sociales de los sindicatos oficialistas son los otros grandes compradores. Casi todo lo compran o lo intermedian ellos. ¿El Pami habrá estado papando moscas y pagando de más hasta ahora? Los laboratorios dicen que no. Que sus precios están al límite. Que si en la venta minorista sus precios son mayores es porque el Pami compra en cantidad. Y que parte de los bajos precios que les impone el Pami se compensa con la venta minorista.
Como vemos, el gobierno va buscando distintas teorías para distintas dolencias, con el fin de aplicar el único fármaco que se le ocurre: el control de precios.
Y no va a poder aplicar ningún otro remedio más efectivo hasta que no admita el verdadero diagnóstico: a la Argentina la que la enferma de inflación es el propio gobierno, que emite pesos sin ton ni son para gastar sin ton ni son.