El gas le está quemando los libros al gobierno

Como está sucediendo con el dólar y el peso, en el mercado energético también se acabaron las palabras. El gobierno incurrió en múltiples inconsistencias: prolongó sin fin el congelamiento de tarifas revirtiendo la recuperación de precios que con alto costo político había empezado el anterior gobierno; habilitó en bloque a los consumidores a dejar de pagar sus facturas con la excusa de la pandemia; loteó la conducción del sector energético entre ministerios, entes reguladores y empresas estatales entre funcionarios sin antecedentes ni formación que respondían a los distintos sectores del Frente de Todos; y, sobre todo, dejó pasar 9 meses de gobierno sin definir ni siquiera los trazos gruesos de una estrategia para el sector.

La pandemia sólo empeoró la ausencia total de cualquier plan.

Ahora llega la hora de la verdad. La distribuidora de gas Metrogas (la Ecogás de gran parte del Gran Buenos Aires) les avisó muy oronda a todas las petroleras que le proveen el gas que no les va a pagar el gas repartido en junio, julio y agosto porque no tiene con qué.

Las petroleras ya vienen lidiando con un desquicio regulatorio que cambió leyes y precios ya no se sabe cuántas veces en los últimos años y con retrasos en los pagos de las distribuidoras y de Cammesa (la empresa mixta que paga el gas que luego usan las usinas para generar electricidad). Pero lo de Metrogas ya es el colmo. Directamente dice que no les va a pagar. Las petroleras ya le mandaron una carta al ministro de Economía, Martín Guzmán, que frente al vacío de conducción de las áreas energéticas al menos tiene el control de la maquinita de imprimir. Le han dicho que alguien tiene que poner el dinero.

La situación es grave. Y esta vez el gobierno ni siquiera puede echarle la culpa a la codicia de los privados y todos esos versos a los que apela siempre. La dueña del 70% de Metrogas y la conductora de Metrogas es YPF, que a su vez es también una de las petroleras perjudicadas por la medida de Metrogas y también firma la carta de las petroleras a Guzmán. El caso termina de quemar todos los libros de un progresismo energético que, al menos en este rubro, da la impresión de estar boleado, sin saber para dónde ir.