Casi todos los gobiernos del mundo y los grandes actores globales están desde ayer en Glasgow, Escocia, participando de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas. La idea es reforzar compromisos para pasar de las energías sucias -esas que agregan carbón a la atmósfera- a las energías limpias para frenar el calentamiento global.
El objeto último de esta gigantesca transformación es que en definitiva toda la energía que consumamos termine siendo eléctrica y que a esa electricidad la produzcamos con energías limpias: hídrica, nuclear, eólica, solar…
Nuestro presidente, Alberto Fernández, participa de la conferencia.
Ahora, mientras el presidente está allí, la Secretaría de Energía de la Nación acaba de publicar en el Boletín Oficial su “plan de transición energética al 2030”.
Y allí queda en evidencia lo pobre que será nuestro aporte al cuidado del clima global. Básicamente, el plan propone incrementar el uso del gas natural de Vaca Muerta en reemplazo del petróleo crudo. No está mal. A igual cantidad de energía generada, el gas libera menos carbono a la atmósfera que el gasoil, la nafta o el fuel oil. Pero el problema es que sigue agregando carbono.
En cambio, el plan toma como un hecho el sendero de reducción del uso biodiesel y etanol que ya planteó el gobierno este año al reformar la ley de biocombustibles y perjudicar a quienes los fabrican en Córdoba y Santa Fe. Cuando se queman biodiesel y etanol también se agrega carbono a la atmósfera, pero ese carbono se vuelve a recuperar cuando se siembran la soja y el maíz que se usan para los biocombustibles. Los biocombustibles son neutros.
O sea que básicamente la Argentina seguirá con una matriz energética basada en un 85% en hidrocarburos.
La verdad, sin capital, no se puede hacer mucho más. Las energías limpias (solar, eólica, hídrica, nuclear) requieren enormes inversiones iniciales. Y los países como el nuestro, que viven eternamente al borde del default, con riesgo país de 1.600 puntos, que tienen salarios licuados por el impuesto inflacionario, con una economía de baja productividad que nadie quiere reformar y cuyos gobiernos se gastan el dinero en clientelismo no están en condiciones de aportar mucho al esfuerzo de la humanidad por frenar el calentamiento. Como con tantas cosas, vamos a dejar que al esfuerzo lo hagan los otros.