La periodista Débora Plager escribe hoy en El Cronista que, en los círculos de poder, como ella los llama, han comenzado a ver que la dinámica de la crisis económica sólo puede encararse con un “gran acuerdo nacional”. Pero que ese acuerdo, para ser viable, debería incluir algún tipo de salida para las causas por corrupción. Por ejemplo, una ley de amnistía, o algo por el estilo.
La sólo idea que tira Plager es un bombazo. Aún para un país como el nuestro, acostumbrado a recibir más bombazos en una mañana que en toda una temporada de Borgen. Además, nadie se puede imaginar a Cristina Fernández aceptando una amnistía ni nada por el estilo. Ella va por el bronce. No acepta que hubo corrupción, aunque ahí estén De Vido, Ricardo Jaime, José “Bolso” López, laderos de décadas de Néstor desde la intendencia de Río Gallegos. Aunque allí estén sus secretarios privados dueños de inexplicables fortunas. Aunque ante la Justicia los empresarios más famosos hayan confesado que pagaron coimas y extorsiones a los recaudadores de la corona.
Pero, claro, el país está atrapado en un cepo político más duro que el cambiario. Alberto Fernández necesita ya poner en marcha un plan para dejar de emitir pesos que ya todos repudian y para que millones de argentinos muevan sus dólares sin temor a que se los confisquen. O sea, necesita poner en marcha un ajuste y garantizar la seguridad jurídica.
Eso no se puede hacer sin el 41%. Y ese respaldo opositor no se puede conseguir si al mismo tiempo Alberto busca copar la Justicia para garantizar la impunidad K.
Pero Alberto tampoco puede encarar el ajuste sin respaldo K. Y para ellos debe copar la Justicia.
El Presidente necesita encontrar una fórmula que destrabe esta mancha venenosa en la que nadie puede moverse y pactar. Algo que le permita liquidar las causas por corrupción no vía destituyendo tribunales sino, en lo posible, por un acuerdo en el Congreso, con el voto de todos y todas.
El panorama podría ayudarlo. Cristina Fernández sabe que, cuanto más se deteriore la economía, más difícil será copar la Justicia, porque las elecciones del año que viene se hacen muy borrosas. Y el macrismo, que teme que una Justicia kirchnerizada a full se lance contra sus funcionarios, también podría evaluar esta especie de “Pacto de la Moncloa Blue”, escrito o no, paralelo al oficial, como el dólar, en nombre de la unión nacional. En vez de "ni olvido ni perdón" el lema podría ser "olvido sin perdón".
Tal vez sea sólo una elucubración de quienes ven cómo la Argentina se desliza por la pendiente. Lo que es correcto es la caracterización del escenario: es difícil que haya un pacto oficial de racionalidad para la economía sin un pacto blue para la política.
