Aparentemente, el anuncio de Alberto Fernández de que gracias al Estado presente podremos pagar la peluquería en cuotas no alcanzó para conmover a Guillermo Moreno, el exfuncionario ultra K que desde hace rato le tira munición gruesa al Presidente.
Aparentemente, lo de las peluquerías es demasiado menor para Moreno, que se hizo famoso con grandes epopeyas económicas como Pescado para Todos, un camioncito que pasó una vez por algunas plazas del país repartiendo medallones de merluza.
Moreno acaba de hacer un pronóstico económico negro para el cuarto gobierno kirchnerista: “Argentina -dijo- va a tener récord de destrucción de su economía gracias a las decisiones de Alberto Fernández”.
Está alarmadísimo Moreno. Raro. Porque cuando él integraba el gobierno de Cristina la Argentina alcanzó varios tristes récords, como dejar de exportar trigo y exportar menos carne que Bielorrusia. Y eso que no había pandemia.
Pero los peores presagios de Moreno no son los económicos. Son los políticos. Acaba de decir varias cosas duras.
Dijo que el peronismo está en ebullición. Que eso es así porque Alberto Fernández no tiene atributos para ser reconocido como jefe del peronismo. Que Cristina Fernández se equivocó al ponerlo de candidato. Que el problema no es que Fernández no toma decisiones por sí mismo sino al revés: es un problema porque las toma y se equivoca. Que la pobreza debe estar ya en 70%. Que está claro que si el gobierno no cambia, va a fracasar. Y que en ese caso no será un fracaso de Cristina, aunque ella va a correr la misma suerte que Alberto.
Finalmente, como siempre hace el peronismo, Moreno también exhuma un clásico y advierte que Alberto Fernández “no es peronista, sino un neoliberal”. Es la clásica operación del peronismo: si fracasa, no es peronista. Si le va bien, es peronista, no importa si privatiza YPF o si la estatiza. La opereta permite ir sacándole ya responsabilidades a los 19 gobernadores, los 118 diputados, los 40 senadores y las decenas de miles de intendentes, funcionarios y ñoquis rentados que cantan la marchita con emoción mientras cobran religiosamente sus sueldos y hacen carrera política debajo de las polleras de Cristina Fernández.
Da un poco de ternura. Pero así funciona la política cuando las cosas no pintan muy bien.
