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Cadena 3

Secuencia

Gabinete: los menos K se van, los muy K se quedan

El cristinismo más leal va consolidándose en el gabinete de Alberto. Vanoli, Arroyo, Solá: afuera, acosados o disminuídos.

01/05/2020 | 18:27

Desde que la cuarentena le permitió a Alberto Fernández consolidar una imagen positiva, el presidente comenzó a sufrir errores de gestión, decisiones conflictivas que él desconoce y otros tiros en el pie.

¿Tienen algo en común estos infortunios que lo esmerilan y que anoche terminaron en cacerolazo?

Hay algo: y que el cristinismo más leal va consolidándose en el gabinete de Alberto.

El caso de Alejandro Vanoli, sustituído en la Anses por la camporista Fernanda Raverta es obvio. Entre otras cosas, a Vanoli lo criticaban por demorar nombramientos de militantes K en la Anses, a lo largo y ancho del país.

Pero hay más.

Felipe Solá, que no es K y ocupa la Cancillería, pagó los platos rotos de patear la mesa del Mercosur y dar marcha atrás al otro día. Ahora lo habrían freezado. Más poder para su segundo, el vicecanciller Pablo Tettamanti, por supuesto kirchnerista.

En Desarrollo Social, después del escándalo por los sobreprecios, Daniel Arroyo también quedó en la cuerda floja y perdió a 15 funcionarios que, en el loteo de poder de su ministerio, eran de los intendentes bonaerenses, no eran K. Al escándalo lo fogoneó el piquetero Juan Grabois, muy cercano a Cristina, que hoy está aprentando de nuevo a Arroyo por la falta de alimentos que no se pudieron comprar al caerse las licitaciones.

En cambio, cuando funcionarios K hacen cosas de las que Fernández se entera por los diarios no ruedan cabezas. El secretario de Derechos Humanos, el hiperK Horacio Pietragalla, pidió la prisión domiciliaria para el condenado por corrupción Ricardo Jaime. Fernández admitió que no sabía de esa medida que generó fuerte rechazo social. Pietragalla sigue en su puesto.

Otro K paladar negro, el viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, había empezado a negociar con los presos amotinados el jubileo de detenciones domiciliarias con la excusa del coronavirus. Como si eso no dependiera de la Justicia. Recién ayer su jefa, Marcela Losardo, lo desautorizó. Eso no impidió que Fernández se comiera un ruidoso cacerolazo. Sin embargo, Mena sigue firme en su cargo.

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