La propuesta del gobierno a los acreedores externos tiene dos cuestiones cruciales. Por un lado, tiene un fuerte recorte en los intereses. Pero, por el otro, les reconoce casi todo el capital.
¿La aceptarán o no los bonistas? Bueno, con esos dos datos es muy difícil que tomen una decisión. ¿Por qué?
Bueno, porque si yo te digo: “Te voy a pagar los 100 pesos que me prestaste, pero no te voy a pagar intereses”, y te digo que a los 100 pesos encima te los voy a devolver dentro de 30 años, mi oferta es malísima. Te tenés que comer 30 años sin recuperar la plata y sin cobrar intereses.
En cambio, si te digo lo mismo, que te voy a devolver los 100 pesos sin intereses, pero que a los 100 pesos te los voy a devolver en un mes, la oferta es buenísima, porque los intereses de un solo mes son insignificantes y vas a recuperar todo el préstamo en un mes y listo.
Por supuesto la negociación de la deuda es muchísimo más compleja que esta simplificación que hacemos. Pero esta cuestión del plazo es la que ayer el ministro Martín Guzmán dejó picando y que va a ser muy importante para definir si la propuesta argentina puede ser aceptada o no. Es una incógnita que tal vez comience a despejarse hoy, cuando se difunda en detalle la propuesta.
De ese plazo y de los tira y afloje que se negocien en las próximas cuatro semanas va a depender que se consiga o no un acuerdo.
Para la Argentina hay mucho en juego. No es sólo si esquivará o no el default. En el fondo, está en juego si el país permanecerá o no dentro de la amplia mayoría de naciones más o menos previsibles que hay en el mundo o si se transformará en un país paria. Y eso, a su vez, va a determinar la calidad democrática y republicana del orden social en que viviremos los argentinos, si a futuro iremos para el lado uruguayo o chileno del mundo o si terminariemos yendo para el lado venezolano del planeta.
