Para algunos es default técnico, otros lo llaman default estratégico, para otros es un default controlado. Pero lo que es innegable es que hoy la Argentina va a entrar en cesación de pagos, el noveno de su historia y el tercero en este siglo.
Pero el presidente Alberto Fernández se resiste a ser el padre del default. Ayer acusó a los diarios de mentir al decir que hoy Argentina entrará en esa categoría. Dijo: “Me pregunto por qué mienten así… si estamos en default desde hace meses, desde antes de diciembre que estamos en default, solo que no lo escriben, solo que lo ocultan”.
La verdad, es que el planteo es absurdo. Él mismo dijo muchísimas veces después de asumir que un objetivo primordial de su gobierno era “evitar el default”. Y sólo se puede evitar lo que aún no sucedió.
Es cierto que ya Macri había pateado para adelante en forma unilateral deudas en pesos y bajo legislación argentina. Pero con el default de hoy estamos hablando de lo que importa: las deudas en dólares con legislación extranjera. Ante la falta de pago de hoy, un acreedor de la Argentina puede ir el lunes a un tribunal de Nueva York y entablar una demanda. Hasta hoy no podía hacerlo.
Y eso es responsabilidad del gobierno de Fernández. Su ministro Martín Guzmán no quiso, no pudo o no supo arreglar antes de esta fecha crucial.
Ahora, lo están apurando los fondos de inversión. Uno de los consorcios de acreedores le acaban de pedir que se siente de una buena vez a la mesa con ellos y que finiquiten un acuerdo antes, no de este martes que viene, sino el siguiente, el 2 de junio.
A nadie le gusta hacerse cargo de estas cosas. Como Cristina Fernández, que se vanagloriaba en 2013 de que la Argentina era un “pagador serial”. Hoy, sus propagandistas dicen que los Kirchner jamás dejaron de pagar. Mentira. En 2014, con Cristina Fernández, entró en default cuando no pagó lo que la Justicia de Nueva York le ordenó pagar a los holdouts. No lo digo yo. Lo escribieron en un estudio Kenneth Rogoff y Carmen Reinhardt, dos de los famosos economistas mundiales que firmaron la carta de apoyo a Martín Guzmán hace dos semanas. No vamos a dudar de ellos ahora.
Conclusión: goles son amores, presidente. Incluso los que nos hacemos en contra.
