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Cadena 3

La quinta pata del gato

Chicanas de un Papa militante

Bergoglio dice cosas graves: que en la pandemia hubo "descarte" de ancianos y que faltan respiradores porque se desmanteló la salud. Nada que ver con la realidad.

05/10/2020 | 11:37

El papa Bergoglio vuelve a la carga contra lo que él llama el “neoliberalismo” y el capitalismo en general.

Con el Vaticano transformado en una especie de unidad básica de la internacional populista, ayer Bergoglio dio a conocer su última encíclica.

Allí, el papa describe su visión de lo que debería ser un mundo pospandémico. Su tono es previsible, conocido.

Repite que «el mercado por sí solo no puede resolver todos los problemas, por mucho que se nos pida que creamos en este dogma de la fe neoliberal». Un clásico.

Pero lo llamativo es un planteo en particular. Dice el Papa, como ejemplo de este mundo decadente que siempre detecta la Iglesia: “Ya vimos lo que sucedió con las personas mayores en algunos lugares del mundo a causa del coronavirus. No tenían que morir así. Pero en realidad algo semejante ya había ocurrido a causa de olas de calor y en otras circunstancias: fueron cruelmente descartados”.

Y agrega: “Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año”, sin dar datos ni nada que sustente semejante bombazo.

La verdad, parece que el Papa simplemente hubiera copiado las críticas de las izquierdas populistas más simplonas. Decir que los ancianos han sido descartados es gravísimo ¿Con qué sustento lo dice? ¿Quién los descartó? Y decir que los sistemas de salud han sido desmantelados año tras año exige alguna precisión.

Hay que esforzarse para no verlo

Hoy, hay más de 35 millones de infectados en el mundo. La enorme mayoría, y ciertamente los casos más graves, son de personas mayores, porque son quienes corren el mayor riesgo de contagiarse y de enfermarse gravemente. Pero las muertes totales son poco más de 1 millón. Aunque la cifra es dramática, y cada muerte lo es, representa menos del 3% de los enfermos.

Parece injusto decir entonces que los ancianos que han sido descartados, cuando en todo el mundo se ha hecho un gigantesco esfuerzo para recuperar a los enfermos.

En cuanto a que los sistemas de salud han sido desmantelados esa es una crítica muchas veces simplona, que el Papa da por cierta sin precisar nada. Por ejemplo, en el mundo cae desde hace años la cantidad de camas de internación por habitantes. Pero eso no es porque el sistema de salud empeore, sino al revés, porque mejora. Las tecnologías de diagnóstico, las técnicas quirúrjicas, los medicamentos, la aparatología médica, han avanzado tanto que la cantidad días de internación que requieren los pacientes han caído dramáticamente. Por lo tanto, hay menos camas. Eso no quiere decir que se atienda a menos pacientes. Todo lo contrario.

La prueba es que la expectativa de vida al nacer a nivel mundial es de 72,5 años. Hace 30 años era de 65 años. Eso no se logra desmantelando los sistemas de salud. Y hubiera sido impensable cuando la Iglesia de Bergoglio reinaba sin competencia en la Edad Media y la peste negra mataba a millones de europeos en cada oleada, sin que los rezos y las plegarias lograran absolutamente nada. Pero el Papa no es capaz de ver lo obvio.

A llenar cabezas

La chicana sobre la muerte de ancianos por falta de respiradores está bien para el centro de estudiantes, pero es escandalosa en alguien que pretende ser un líder ecuménico como Bergoglio. Es lógico que al iniciarse la pandemia faltaran respiradores. Sería ridículo que el mundo hubiera tenido millones de respiradores durante décadas por las dudas si alguna vez se desataba una pandemia. De la misma forma que hubiera sido descabellado que Córdoba tuviera durante décadas mil aviones hidrantes y dos mil pilotos por las dudas de que alguna vez hubiera incendios sin precedentes.

Para hacer esos discursos -que le llenan la cabeza a cientos de miles de personas que confían en el Papa- es necesaria la típica negación demagógica de la realidad, de la escasez, de la necesidad inevitable de administrar, de elegir en cada momento que inversión es más razonable que otra. Tener millones de respiradores sin uso durante décadas hubiera significado renunciar durante ese tiempo a muchas otras cosas que también son importantes.

Un mundito de buenos y malos

Toda esta superficialidad chicanera del Papa, su militancia sin descanso en contra de la democracia liberal, su construcción arbitraria de un mundo partido entre los buenos que lo obedecen a él y los malos que cometen el pecado de no besarle el anillo llevan a Bergoglio a errores múltiples y profundos.

El peor de todos esos errores es ignorar el enorme esfuerzo hecho por laboratorios y políticos, por médicos y enfermeros, por hospitales, clínicas y fábricas de instrumentos médicos para afrontar la pandemia. Si se salvaron vidas, las salvaron ellos, no las encíclicas reaccionarias de Bergoglio.

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