El ministro Martín Guzmán terminó ayer de ocupar el centro de la escena. El gobierno lo eligió como conductor designado para tratar de que la borrachera devaluatoria no choque de frente con la inflación de aquí a las elecciones del año que viene.
Las medidas anunciadas ayer en esa línea son dos. Son inciertas y, tal vez, inconsistentes.
Una, es la modesta baja de las retenciones a la soja por apenas tres meses. El gobierno apuesta que así el agro venda y liquide los dólares que el Banco Central necesita con desesperación. Pero el agro ya había adelantado que tres puntitos no son muy tentadores, sobre todo porque el agro, como todo el mundo, cree que se viene una devaluación machaza y que los miserables 53 por dólar se va a disparar muy por encima de la rebaja de retenciones cuando la devaluación ocurra.
La otra decisión es que el Banco Central haga todo lo posible para que los argentinos no se desprendan de sus pesos y dejen de demandar dólares. Para eso debe garantizar una tasa de interés mayor a la inflación o a la evolución del dólar.
El problema es que, al mismo tiempo, el Banco Central, para que los exportadores se entusiasmen, tiene que garantizarles que el dólar no se va a atrasar, como venía sucediendo. Para eso, va a dejar de subirlo todos los días el mismo poquito, como venía haciendo. Entonces, el dólar va a empezar a subir de forma menos previsible. Y eso no ayuda a garantizar que los plazos fijos le vayan a ganar al dólar (y con él a la inflación).
En el fondo, hay algo básico y fundamental, para cualquier propuesta económica, que los anuncios de Guzmán no tienen y que el gobierno no es capaz de generar: confianza. Sin eso, todo parece escaso, asistemático, tardío, inconexo.
Alberto Fernández les jura en secreto a los empresarios que no va a ser Venezuela, que valora el riesgo y la inversón y que no los va ahogar con impuestos y confiscaciones, pero después, en público, habla para el tablón K y avala lo que dicen y hacen sus funcionarios y aliados más radicalizados. Y ese eso, lo que se dice en público, en forma abierta y transparente, es lo que sella el compromiso de un político. Es como si alguien te jura en secreto que te ama, pero en público desconoce el noviazgo. Si es así, es porque no te ama.
