La salud privada llega al fin de año al borde del colapso. Anoche, en el arbolito de los sectores económicos, las clínicas, consultorios, laboratorios y centros de diagnóstico que atienden a 7 de cada 10 argentinos no sólo no encontraron ningún regalo.
Al revés, Papá Noel les dejó una cartita en la que les avisa que, desde el 1 de enero se terminó el subsidio estatal con el que la medicina privada lograba bancar los sueldos de médicos y enfermeras. Y también algunas ventajas previsionales que habían recibido.
Eso afecta a todas las empresas, pero los prestadores privados de la salud es un masazo mayor. Además de la crisis que sufre todo el mundo, el sector médico fue muy golpeado porque la pandemia les canceló durante muchos meses este año casi toda actividad que no tuviera que ver con la pandemia. Además, la pandemia les impuso mayores costos. Encima, como sector esencial, cerrar no era una opción. El cuadro se agrava porque los precios que les cobran a obras sociales y prepagas los fija el Estado y están congelados.
Por eso este lunes, si usted tiene que ir al médico, consulte. Las asociaciones médicas de todo el país han anunciado que reprogramarán sus servicios ambulatorios entre las 10 y las 13. O sea, harán un lockout empresario parcial. Aseguran que no dan para más y esperan respuestas desde el Pami, y los seguros de salud sindicales, provinciales y privados. Pero sobre todo del Estado: beneficios fiscales, subsidios, lo que sea, porque los servicios médicos que ellos prestan, así, ya no son sustentables.
Para colmo, hay más. El sector viene estar enterrado un año en las trincheras de la guerra contra el coronavirus. Pero el fin de semana pasado Cristina Fernández reclamó que se reforme por completo el sistema de salud, sin dar mayores precisiones. Y los prestadores privados todavía no saben bien a qué trinchera van a ir a parar si semejante reforme desata otro tipo de guerra.
