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Cadena 3

La quinta pata del gato

Tarjeta Alquilar: falta un subsidio para cambiarse el calzón

Ya no quedan casi verbos sin subsidiar ¿Qué sigue? ¿la tarjeta “tender la cama”? Una sociedad infantilizada, donde hasta los empresarios inmobiliarios buscan zafar.

23/02/2021 | 13:54

Como el Covid19 cuando salió de Wuhan y empezó a conquistar el mundo, el virus del subsidio en la Argentina acaba de saltar el cordón sanitario que lo limitaba a los demagogos, a los grupos piqueteros y a los intelectuales progres buenistas, siempre dispuestos a ser generosos con la plata de los otros.

Ahora se contagiaron los empresarios. El Concejo Federal de Colegios Inmobiliarios, que reúne a todas las inmobiliarias del país, acaba de proponer que, en lugar de prorrogar el congelamiento de alquileres, el gobierno largue una Tarjeta Alquilar -igual a la Tarjeta Alimentar- para que el Estado pague los alquileres de quienes digan que no pueden afrontar la mensualidad. Imaginate el caos, el fraude, a lo que todo eso daría lugar.

¡Qué raros estos empresarios! ¡Qué poca fe que le tienen al mercado! Sobre todo, qué poca fe que tienen en ellos mismos. Justamente, su trabajo es intermediar entre los dueños de una vivienda y quienes las alquilan. Pues bien: hagan el trabajo. Busquen soluciones. Lleguen a acuerdos. O desalojen. O convenzan a los dueños de bajar alquileres. Hagan que el mercado inmobiliario funcione, bajando los alquileres hasta que se encuentren con los niveles de miseria de los salarios. Para eso cobran comisiones. ¿Es un kilombo? Sí. Y si no les gusta deberían dedicarse a otra cosa.

Pero no. Los comisionistas también prefieren que el Estado ya quebrado les haga los deberes con un nuevo subsidio, a costa de destruir otro mercado más. Porque, en el fondo, poner al Estado a pagar alquileres demasiados caros para los inquilinos impediría que la oferta y la demanda funcionen para bajar esos alquileres. Es lo que pasa con casi toda la Argentina. Pésimas intervenciones estatales que prolongan para siempre los problemas.

“Donde hay una necesidad hay un derecho”, decía Evita, la demagoga fundacional de la Argentina. El dicho luego se deformó: “Donde hay una necesidad hay un subsidio”. Para algunos, el capitalismo inventa necesidades para poder vender un producto. Acá inventamos necesidades para poder subsidiarlas.

Ya no quedan casi verbos sin subsidiar. Tenemos la tarjeta “prender la luz”, la tarjeta “encender la hornalla”, la tarjeta “tener un hijo”, la tarjeta “tomar el bondi”, la tarjeta “abrir la canilla”, la tarjeta “cocinar”, la tarjeta “trabajar”. ¿No sería más transparente que haya una sola tarjeta para ayudar a quienes necesiten, que cada cual la use como quiera y la terminamos con armar aparatos de repartir?

Si no, va a ser un caos. No falta nada para que salgan las tarjetas “tender la cama”, “barrer” o “cambiarse los calzoncillos”. A ese nivel de dependencia, servilismo, irresponsabilidad e infantilización se ha llevado a gran parte de la población, que ha terminado por creer que es normal esperar un milagro que haga las cosas por ellos.

Porque encima eso es lo que le han hecho creer a cada vez más gente: que a los subsidios los paga dios, y no los pocos idiotas que todavía trabajan, pagan impuestos y se cambian los calzoncillos solos.

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