Nuestra mezcla de ingenuidad y cinismo siempre sorprende. Ayer, en el último día del año, los funcionarios del ministro de la Producción, Matías Kulfas, se juntaron con supermercadistas y algunas alimentarias y en un rato acordaron que sólo un tercio del 21% de IVA que se va a restituir a 13 alimentos básicos se va a trasladar al precio final.
El anuncio es vago. Por empezar, no está ni siquiera hablado quién se va hacer cargo del 14% restante: la industria o los súper. Eso ya se verá, dijeron. Pero resulta que los precios tienen que estar mañana en las góndolas.
También es ambiguo. No estamos hablando acá de precios de productos específicos como Precios Cuidados, sino de todo el pan, toda la leche, todos los huevos o todas las pastas secas que se venden en todo el país. Nadie tiene anotado en ningún lado cuánto costaba todo eso ayer o todo eso antes de que en agosto se eliminara el IVA por seis meses.
Encima, es un anuncio aislado, descontextualizado. Porque al mismo tiempo que se acuerdan esas vaguedades los precios están subiendo por otras razones. Una, la más obvia, es la inflación generalizada. Otra, razón es que también subieron otros impuestos, incluidos muchos provinciales. Otra, es que otros mecanismos de control de precios, como el mismo Precio Cuidados, están también siendo renegociados y deben entrar en vigencia el lunes. O sea, los precios se van a mover por múltiples causas, ni Kulfas va a saber qué se mueve por el IVA y qué no.
Si fuera tan fácil poner impuestos que no sean un costo los argentinos habríamos cumplido el sueño de los alquimistas: cómo transformar el barro en oro. Y ya no tendríamos ningún drama. Bastaría ponerle impuestos ilimitados a todo, repartirnos la recaudación y comprar con ella productos que no habrían subido ni un centavo.
En definitiva, son anuncios vagos, ambiguos y aislados. Lo que suceda con los precios va a ser como siempre resultado de complejas relaciones económicas entre productores y distribuidores grandes y chicos, que operan en blanco y en negro, en góndolas que están a dos cuadras de la Plaza de Mayo o en Quimilí. Pero a los gobiernos siempre les sirve hacernos creer en los Reyes Magos. Y a nosotros nos encanta creerles o hacernos los que le creemos.
