Entre agosto y octubre, la mitad de los hogares del Gran Buenos Aires respondieron que durante la pandemia sufrieron una reducción de sus ingresos. Eso acaba de medir el Indec.
Se ha interpretado como una pésima noticia. Y lo es. Hay que ponerse en los casos de familias que han perdido no el 10% de ingresos, sino el 80%, que perdieron el empleo principal, que no pudieron seguir pagando un alquiler o la cuota de una casa.
Pero acá en la quinta pata también lo vemos de otro modo: la mitad de los hogares no tuvo caída de ingresos. ¿En medio de esta pandemia? No me jodan…
Da la impresión de que ese dato debería ser muchísimo más grave. Esos son los registros en cualquier lugar del mundo afectado por la pandemia. En USA ya en mayo el 43% de los adultos decía que alguien en su hogar había perdido el trabajo o reducido el salario. En Alemania, cuando promediaba la pandemia, el 45% de los hogares decían haber perdido un cuarto o más de sus ingresos. Son datos muy parecidos a los del Indec. Es como cuando Aníbal Fernández decía que teníamos menos pobres que Alemania.
Llama la atención que los datos sean tan parecidos. Estados Unidos y Alemania fueron golpeados por la pandemia, pero Argentina arrastra, además, 10 años de recesión e inflación, este año entró y salió de un default y encima vive una profunda crisis política que, entre otras cosas, está derivando ya en un ataque abierto del gobierno a la Corte Suprema de Justicia.
Los números de Indec deberían ser muchísimo peores. ¿Estará mal hecha la medición? No creo. Aunque hay datos muy distintos. Esta mañana el Centro de Almaceneros de Córdoba divulgó sus encuestas mensuales y allí dice que sólo 11% de los hogares del Gran Córdoba y las principales ciudades no tuvieron pérdidas de ingresos. Son datos distintos a los de Indec. Pero, claro, las encuestas, los métodos, son muy distintos.
Se me ocurren otros factores que pueden explicar la “buena noticia” de Indec:
1. En Argentina el empleo estatal es de una proporción muchísimo mayora la de la mayoría de los países. Son millones de personas que no tuvieron ni un despido ni una baja salarial.
2. También es altísima la incidencia de subsidiados de todo tipo. No sólo mantuvieron sus subsidios. Recibieron montos mayores y subsidios nuevos.
3. La ilusión monetaria de la inflación. En inflación tendemos a creer que si cobramos 100 en julio eso es lo mismo que 100 en octubre. Es lo mismo que una caída de ingresos del 10%, pero al encuestador le decimos que seguimos cobrando lo mismo, lo cual es cierto y es mentira a la vez. No lo racionalizamos como un recorte: ojos que no ven, corazón que no siente.
