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Cadena 3

Mercado laboral

Cómo ser igual de pobres, pero con más empleados

La fórmula Yasky: el dipusindicalista K quiere reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas. Para sumar informales a las empresas. Típico pobrismo espantainversiones.

24/09/2020 | 14:02

Hay cosas que no fallan, Turco. Cuando un gobierno se queda sin reservas en dólares, empieza a pedir que todos empecemos a pensar en pesos, como está haciendo ahora el gobierno.

Y cuando aumenta el desempleo, los sindicalistas de izquierda proponen reducir la jornada laboral, para que el trabajo “alcance para todos”. Es el caso del exjefe de Ctera, el diputado ultraK Hugo Yasky. Anunció que va a impulsar un proyecto para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas, para que, dijo, trabajadores que hoy están en la informalidad pasen a trabajar formalmente en las empresas.

Dejemos de lado todos los problemas operativos que tendría esto. Pero concentrémonos en lo esencial, en el carácter profundamente pobrista de estas ideas.

Supongamos que hay 5 panaderos. Trabajan 48 horas cada uno y producen 60 panes. 12 panes cada uno. Y hay un trabajador informal que a duras penas produce como puede 6 panes. En total, hay 11 panes per cápita.

Sale la ley Yasky. Entonces el trabajador informal se suma y ahora los panaderos siguen siendo 6, pero trabajan 40 horas cada uno. Entonces, siguen produciendo 60 panes. Es decir, 10 panes cada uno. La sociedad en su conjunto produce menos que antes.

Pero, claro, el pobrismo que representa Yasky no se detiene en estas cosas. Para él, como para buena parte de la Argentina, está bien que haya 10 panes cada uno en lugar de 11. Es más: cree que ahora que producimos menos estamos mejor. Le importa que todos seamos iguales, aunque terminemos siendo todos miserables. Como en Cuba.

Por supuesto que la humanidad ha ido trabajando cada vez menos horas por día. Eso se hace porque uno puede ser cada vez más productivo. Si hay inversión, si la panadería incorpora buenas máquinas o capacita a los empleados, nuestros cinco panaderos originales podrían trabajar 40 horas y producir no 60 sino 80 panes. Así producen más panes por hora y por persona. Y entonces la empresa, entusiasmada con esa mejora, tal vez emplearía al sexto panadero que quiere Yasky.

Pero el mundo busca aumentar su productividad para ser más rico, no para ser más pobre, que es adonde lleva la demagogia simplona de Yasky.

Es más: cuanto más rica es una sociedad, más escasa y cara es la mano de obra. Y entonces vale la pena invertir para hacer que rinda más. En cambio, en Argentina pasa lo contrario: 70% de la población no trabaja, sobra la mano de obra, que está baratísima.

Claro: para el proceso virtuoso de panaderos cada vez más productivos en sociedades cada vez más ricas, hacen falta inversiones. Las mismas que desde hace ya demasiados años no se hacen en la Argentina, entre otras cosas porque la casta dirigente que impulsa planes como los de Yasky espanta a todo el mundo. Nadie está dispuesto a arriesgar su dinero para producir más y mejores panes por hora y empleado en un país en donde ideas como las de Yasky parecen formar parte de un lamentable sentido común.

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