Tabaré Vázquez, receta para un progresismo en serio

La quinta pata del gato

Tabaré Vázquez, receta para un progresismo en serio

07/12/2020 | 13:29 | La renuncia a imponer una hegemonía populista rinde: en el año 2000, el PBI per cápita en dólares de cada uruguayo era 20% menor al de cada argentino; el año pasado fue el doble.

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Un país entero llora la muerte de un expresidente. En Argentina nos parece raro. Pero no lo es en Uruguay, donde acaba de morir Tabaré Vázquez, médico socialista, dos veces presidente por el Frente Amplio, responsable de un progresismo moderado, racional, reformista, que ha moldeado un país moderno y que, en lugar de haber ido para atrás, fue para adelante desde su recuperación democrática en 1985.

Es un espejo insoportable para el progresismo argentino. Tabaré Vázquez y el otro presidente del Frente Amplio, José Mujica, nunca creyeron que con ellos Uruguay empezaba una nueva historia desde cero, ni pensaron que se acababa el mundo si no gobernaban siempre ellos, y por lo tanto nunca tuvieron vocación hegemónica. Es decir, fueron escencialmente distintos al progresismo realmente existente de la Argentina, el kirchnerismo.

Si uno acepta de verdad que la alternancia es el resultado normal de la democracia, entonces debe aceptar dos cosas: una, que uno no puede definir solo cómo quiere que sea una sociedad, hay que negociar esa definición con los contrincantes; otra, que uno no puede dedicarse a obstaculizar al contricante cuando es oposición.

Es lo que hizo claramente el Frente Amplio. Por eso aceptó el capitalismo y el mercado, sin por eso resignar la vocación de un Estado regulador y protagonista en áreas fundamentales. Fue la clave para que Uruguay no se dedicara eternamente a espantar inversiones con un infierno clientelar e inflacionario imposible de financiar, como hizo la Argentina.

Y también por eso puso el hombro en los momentos difíciles, evitando la caída de gobiernos. En 2002, cuando Uruguay estuvo al borde del crack por una crisis fiscal largamente incubada por gobiernos colorados y blancos, agravada por el contagio del 2001 argentino, el Frente Amplio, que nunca había ejercido todavía la presidencia, resistió la tentación de ayudar a voltear el gobierno del colorado Jorge Batlle. Gracias a la valentía de uno de los líderes del Frente Amplio, Danilo Astori, el Frente Amplio protestó pero acompañó el duro ajuste que dispuso el gobierno para evitar el default. Por eso, cuando en 2004 Vázquez asumió por primera vez la presidencia, Uruguay ya sabía que tenía un estadista, y no un demagogo irresponsable. Y de paso, su presidencia estaba encaminada. Lo peor del ajuste había pasado.

Es más: Tabaré tuvo que sufrir a los demagogos en carne propia cuando Néstor Kirchner asumió en 2003 y, por conveniencias del relato interno, les dio alas a los ambientalistas lavadores de cabezas que cortaron los puentes con Uruguay en rechazo a las pasteras instaladas sobre el río Uruguay que había seducido Batlle. Hace 16 años ya que la pastera está ahí y no se murió nadie.

Costó mucho esfuerzo, sí. En sus dos presidencias Tabaré nunca pudo dedicarse a revolear subsidios, como seguramente había soñado en su juventud de médico idealista, pero su progresismo formó parte de algo más amplio, que los uruguayos hicieron juntos. Y que se puede sintetizar en un dato. En el año 2000, el PBI per cápita de cada uruguayo era 20% menor al de cada argentino. El año pasado era el doble del argentino. Eso es ser progre en serio, con inteligencia, con mirada estratégica y sentido democrático. Eso es estar al servicio del pueblo, en lugar de servirse del pueblo.